Desde que descubrimos nuestro cuerpo, la sexualidad está latente. Me gusta cómo se siente cada vez que me toco, o en su defecto, cuando alguien me toca.
El problema viene cuando no podemos afrontar esa sexualidad abiertamente, ¿Cuántas mujeres niegan masturbarse? ¿Cuántas no dicen el número real de hombres que han tenido en su cama? Y peor aún, ¿Cómo confesar abiertamente que nos gusta una persona del mismo sexo en esta sociedad tan conservadora.
¿Qué va a pensar la gente de mí?
Pensaran que estoy enfermo, ya no querrán juntarse conmigo, mi familia me dará la espalda; todos estos cuestionamientos solo por el simple hecho de no aceptar quien somos en realidad.
Acabo de conocer a unas maravillosas mujeres, un par de ellas son bisexuales y una es lesbiana. Es el grupo de chavas más divertidas y leales que he conocido. Tenemos un chat y nos mandamos fotos todo el tiempo, ya saben, les mando algo lindo como un hombre encuerado o la foto del maestro del que estoy enamorada de mi escuela y una escribe “¿No tendrás una de Charlize Theron?”
Pues no, no tengo, pero la consigo.
Llevarme con este tipo de gente no solo ha sido liberador, también me ha abierto los ojos en cuanto como los ven las demás personas.
El otro día platicando con la que es lesbiana, me dijo que ella no quería decirles a sus amigas su orientación sexual porque no quería que pensaran que les iba a tirar la onda. Es tonto, es como si cualquier hombre te va tirar la onda solo por el simple hecho de ser hombre. Esperen, eso sí es cierto. Pinches hombres puercos. En fin…
Me contó que cuando por fin pudo decirles, dos de ellas le dejaron de hablar. Bueno, favor que le hicieron porque se deshizo de dos taradas, pero imaginen como esto la hizo sentir. De por si andas luchando con tu yo interior y tu exterior te da la espalda. Es inaceptable que seamos personas de mente tan estrecha.
¡Eso no es lo peor! Que cada vez que le dice a un hombre que es lesbiana, el tipo la ve con lujuria y ya se está imaginando el trio, “Creen que porque soy lesbiana soy una ninfómana o algo por el estilo”, yo si conozco a muchos y muchas que son heterosexuales y que son unos animalitos que nada más están viendo con quien satisfacer sus necesidades, la orientación sexual no tiene nada que ver con la promiscuidad.
Otro día un amigo gay me estaba contando como salió del closet:
“Un primo me dijo que tenía un problema serio, que era gay. Mi familia es sumamente conservadora y le dije que no se preocupara, que yo también lo era pero que nadie sabía, que por lo menos ya nos teníamos el uno al otro para contarnos nuestras penas. En una boda, ya muy borracho, se paró este primo en cuestión y dijo a todos… – Tengo una confesión que hacerles y ya no me importa lo que opinen de mí, ¡SOY GAY! y me vale lo que piensen porque cuento con el apoyo de (…) que también es gay.”
Todo esto señalando a mi amigo que estaba en su mesa muerto de pena y que no sabía dónde meterse.
“Al final, fue muy liberador porque ya no tuve que esconder quien soy”, me confesó.
Esta doble vida que deben de llevar cuando todavía no salen del closet se me hace abrumadora. Tener que salir con personas de diferente sexo y tratar de encajar, de convencerse que no son gays.
Lo peor viene después, cuando ya por fin salen y no pueden, como tú o como yo, salir tomados de la mano con su pareja, darse un beso, ser afectuosos en público porque se les ve feo o se les juzga. No digas que tú no lo has hecho. Hasta yo lo he hecho.
¿Por qué se nos hace raro ver muestras de amor?
Estaba con dos amigos hombres, cuando uno nos empezó a contar como había salido del closet hace un año después de veintisiete años negándolo. Nos contó con lujo de detalles toda su vida amorosa y sexual durante ese año.
“Nunca había tenido relaciones con nadie, durante veintisiete años fui virgen” ¡Virgen a los veintisiete! ¡Yo me mato! Pero eso no es lo interesante del asunto, lo curioso fue que el amigo heterosexual lo veía sorprendido porque nunca se imaginó por lo que pasaba su querido compañero.
Este virgencito salía con mujeres para tratar de tapar el sol con un dedo y convencerse que no era gay, que solo era una etapa. Etapa mis nalgas, ahora está más que feliz asumiendo su nueva vida y conociendo a cada hombre que se le presenta.
La vida es muy cortita y la sociedad muy tonta, no hay que formar parte de eso. Disfrutemos de nuestra sexualidad con estas tres simples reglas.
- Ponte condón. Sé que la calentura gana y que no se siente igual, pero no inventen Mimosas, tener gonorrea no está nice.
- No lastimes a terceros. Esto lo he dicho mucho y como me lo acaban de hacer, hago más énfasis al respecto, bajo ningún motivo se acuesten con tipos que tienen novia o esposa. Si eres gay igual. Un acoston por placer cuando vas a lastimar a alguien es una ojetada y no vale la pena. Hay muchas personas solteras y calenturientas en la tierra. Anda y ve, libre como el viento a buscar una de ellas.
- Sin penas. Di lo que quieres, como lo quieres y con quien lo quieres.
No te arrepientas, no te escondas de ser quien eres, esta vida de por sí está muy difícil y complicada como para que estemos usando mascaras. Trata de ser lo más feliz que puedas, como quieras, ríe, llora, diviértete, ama mucho, abraza, grita…
¡SOY GAY!
Y al que no le parezca, mándale un beso, bendiciones y desaparécelo de tu vida.
(Si tú como Mimosa, tienes una historia que contar, mándamela a mi mail [email protected] y pon de título POST. Pon tu nombre y una foto para que se promueva el post y si tu historia es buena la subiré al blog, serás mimosa por un día… ¿Te atreves a salir en el blog? ¿Te atreves a que te lean nuestros 20 mil lectores al mes? ¡Haz la diferencia y mándame tu material! Yo me encargo de lo demás. MIMOSA MARCE)
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