Si deseas el mal, se te pudre el tamal. Pues tengo los brazos, pero tamalera no soy.
Entiendo el significado de nunca desear lo del vecino, estar conforme con lo que uno tiene y no pedir que a la Mimosa Luz le de tiroides o yo me pondré más gorda, pero ¿hasta dónde es envidia de la buena y que tanto es de la mala? El otro día, una de mis mejores amigas me dijo que llevaba dos años guardándose algo: “Creo que me tienes envidia; por mi pareja, por mi estilo de vida, por todo”. Quedé muda. Uno, por creer que la envidiaba y dos, por decírmelo dos años después.
¿Es posible estar contentos con lo que tenemos o siempre queremos más? Mi amiga no podía estar más equivocada, si a alguien le daba felicidad sus éxitos, personales y laborales, eran a mí. Después de sentirme víctima de las falacias de mi amiga, pensé: ¿Acaso doy el mensaje equivocado o realmente soy envidiosa? Dicen que los que te envidian son admiradores confundidos, pues ahora sí que estaba confundida.
Si pudiera ser una Marcela perfecta, lo sería solo si mezclara las cualidades físicas, espirituales y mentales de mis amigas. Quisiera tener la humildad de Georgina Holguín, o el cuerpo y sencillez de Luz, la ética profesional y cerebro de mi mejor amiga, los viajes de Lucía… y claro, mi carisma (algo chingón debe tener ese coctel), de nada sirve envidiar sino lo haces positivamente. Quisiera aprender de cada una para ser una mejor persona. Pero no voy a mentir, también me ha carcomido envidia de la mala, la única diferencia, es que no envidio a mis amigas.
Me dan envidia las mujeres que sin esforzarse consiguen todo lo que quieren, las que comen sin engordar, las que son retrasadas mentales y aun así hay ochenta hombres atrás de ellas, las que son malas personas, y por malas me refiero a malas, culeras, perras con otras personas y aun así, todo mundo les besan los pies con tal de estar con ellas. Esas mujeres que tienen un magnetismo sobrenatural, a esas envidio. Y ahí, sale lo peor de mí.
Fui a las pirámides de Teotihuacán, al subir la pirámide del sol, bofando cual vaca, me acosté en la parte de arriba; pedí toda energía positiva, me desprendí de envidias, pedí por mi familia y bajé. Al subir la de la luna, un amigo me dijo: “¡Ve que fashion!” y me señaló a una mujer con sombrero, tacones y shorts diminutos. No se le veía la cara, pero a lo lejos se veía guapa, llamaba la atención, ridícula por estar en tacones, sí, pero subió esa pirámide con más gracia que yo en ropa deportiva. Al subir, volteó y me di cuenta que era fea (a mis parámetros de belleza), a lo que le dije a mi amigo: “¡Pff! De nada le sirve estar toda fashion con esa cara horrible.”
En ese momento me quise tragar mis palabras: ¿Quién soy yo para decir si alguien es feo o no? ¿No acababa de pedir buenas energías para mí y para mi familia? No había pasado ni media hora y ya criticaba a alguien que no tenía culpa alguna. Si ella quiere subir la pirámide desnuda ¿A mí qué? ¿O fue la envidia que me transformó al ver que ella era el centro de todas las miradas? ¿No me he sabido fea miles de veces? ¿No he sido bulleada por mis defectos físicos? ¡Sí! Entonces me di cuenta que la envidia nos hace decir muchas pendejadas, nos volvemos monstruos asquerosos a los que solo les sale veneno de sus bocas. Una mujer envidiosa, cuando habla, se le nota y no hay cosa más fea. Para ti, puede que te veas muy interesante mientras hablas mal de alguien en común, pero para los demás, es muy incómodo. Hablar mal de otros solo demuestra que no tienes nada en la cabeza; habla de libros, de películas, de la vida, de intereses en común, no de si Susana se acostó con alguien para tener un papel o un puesto en particular.
A veces me es difícil seguir mi propio consejo pues me muevo en un medio donde el ego es común denominador, pero, mejor aún, porque en eso radicará mi diferencia: Ser una mujer limpia e integra en un mundo sucio y corrupto solo hará que me sepa mejor el triunfo.
A lo mejor envidias al de enfrente sin pensar que hay alguien que te ve a lo lejos y quiere lo que tú tienes o quisiera ser como tú eres. Vive tu vida como si dieras el mejor de los espectáculos, tú no sabes que confundido admirador te está observando.
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