Me levanto todas las mañanas, hago pipí y me veo en el espejo (después de limpiarme, obvio) y odio lo que veo. Primero, mi pelo chino. Quiero aplastármelo lo más que se pueda.
Pensé que a mis treinta ya tendría la madurez suficiente como para aceptarme y quererme a mí misma, y aunque hay momentos en que lo hago, la mayoría de las veces creo que me odio.
Me odio y me comparo con mis amigas de cuerpos perfectos, o con las que tienen mucho dinero, o las que tienen mucha personalidad. Siempre estoy abajo del nivel deseado. Las admiro y quiero ser como ellas. Como si regresara a mis quince años y quisiera ser la niña popular.
Hice una lista de las cosas que más me disgustan de mi persona.
- Mi pelo.
- Mi espalda de nadadora.
- Mis brazos de tamalera.
- Mis chichitas desproporcionadas a comparación de mi gran cuerpo.
- Mi falta de cintura.
- Mis pompitas aguadas y pequeñas.
- Mis estrías.
- Mi celulitis.
- Mis pies de Picapiedra.
Creo que es todo. Claro, todo puede ser operable o se puede modificar, pero soy pobre y floja. Quisiera despertar un día y ver que he bajado misteriosamente diez kilos, o darme cuenta que me Dios aplicó un alaciado permanente perfecto mientras dormía. Pero creo que Dios está rete ocupado curando la hambruna que últimamente no me tira un pedo.
Y esa lista solo se reduce en lo físico. Porque también te vengo manejando la lista psicológica.
- Mi mal carácter.
- Mi intensidad.
- Mi bipolaridad.
- Mi llanto excesivo.
- Lo caprichuda que soy.
- Mis celos con mis amigas, parejas, familia, etc…
- Mi decidía.
- Todo me lo tomo personal.
- Mi inseguridad.
Tener al novio más seguro del mundo tampoco ayuda, para él todo tiene solución y quejarte de tus problemas no ayuda sino perjudica. Ama mi pelo chino, siempre me pide que me lo deje suelto. Me lo alborota y me dice que si tenemos una hija algún día, le gustaría que tuviera mi pelo para hacerle rastas. Una tarde, sentados en el jacuzzi de mí madre mientras yo hacía burbujas con la boca (antes de que mi novio me confesara que se había meado en esa misma agua), se me quedó viendo y me dijo: Pagaría lo que sea para que fueras segura.
Le dije que podía pagarme las chichis. Yo siempre convierto las cosas que me lastiman en chiste.
Como hace unos días que fui a una junta con un productor de Televisa y me dijo que debía bajar seis kilos. Le contesté que estaba difícil porque los pambazos y los tamales son buenísimos. Se rio, pero creo que fue más una risa de lástima que de comedia.
Lo primero que hice fue meterme un plato de puré de papa (amo la papa) y sentirme mal conmigo misma.
Ya me cansé de echarle la culpa a los demás de mis problemas. O hacerme la chistosa para tapar una herida que está muy abierta. Nunca tendré un cuerpo perfecto, pero tengo otras cualidades. En un desayuno con un amigo le dije: Soy una actriz como pocas porque por lo menos yo soy culta. Me contestó: Sí amor, pero lo culta no sale en las fotos.
Cuando era niña, como a los nueve años, los compañeros de mi salón me decían niño porque tenía el pelo chino y corto. Mis papás se acababan de separar y mi padre no sabía peinarme. No había día que no me dijeran que no debería estar en una escuela mixta, que me saliera y me fuera a la escuela de puros niños que había enfrente. Hasta me decían entre risas china cochina. Creo que eso, inconscientemente, me afectó y ahora no soporto mi pelo.
Hay huellas de dolor que se quedan por siempre.
Pero hay algo que tengo que muy poca gente posee: sentido del humor.
Mi lista de cualidades:
- Soy diferente al común denominador.
Y ese uno, le gana a todos mis defectos.
Ahora que escribo la serie de Mimosas y que pronto la vamos a grabar, mi personaje traerá el pelo chino y suelto, sin planchas, sin secadoras, sin gel.
Porque a nuestros peores miedos hay que hacerles frente.
Te reto a hacer tu lista. Vence el primer miedo, uno por uno, no hay prisa.
Al fin que, hay alguien que te quiere que seguro pagaría lo que sea para que fueras tu misma.
@marcelecuona
¡Sin comentarios aún!