Se acaba el 2013. No es nada, es cuestión de tiempo.
Veo mi pasado y pienso ¡Pum! Que rápido se me fueron mis veintes. Este año tendré treinta años y sigo sintiéndome una adolescente.
Me refiero en todos los sentidos; no se pedir comida a domicilio, hacienda me jode todo el tiempo porque no se declarar impuestos, no se manejar por miedo (porque secretamente sé que en un momento de distracción mataré a alguien), no tengo tarjetas de crédito, vivo sin pagar renta en casa de una amiga porque lo que puedo pagar con mi economía inestable no existe, no tengo prospecto para casarme y tener hijos, soy una total inconsciente y sigo cayéndome en los antros como si tuviera veinte. No sé de qué voy a comer el próximo mes, no tengo hipoteca y tengo tres mil pesos en mi cuenta.
¿Treinta? Es solo un número.
Cuando masco chicle y voy a comer algo, dejo el chicle en la mesa o en el tablero del coche para comer y volverme a meter el chicle. Eructo todo el tiempo… digamos que no me pedorreo porque también hay un límite, oigan, tampoco es como que sea trailero, quisiera, pero como dije, no se manejar. Fumo en exceso, me pongo vestiditos que ya no van con mi edad, y menos con mi celulitis en cierto lugar, hablo como niña a veces, nadie me cree responsable, soy impuntual y lloro si alguien me hace enojar.
Hago berrinches, me enamoro todo el tiempo, y cuando corto con ellos, lloro en exceso. Amo comer como si tuviera siete años y no fuera a engordar, y cuando engordo, lloro también. Odio las marcas de ropa, zapatos y bolsas, odio a la gente hipócrita, pero sobre todo, a la gente falsa. Sé que debemos ser actores y usar mascaras para ser aceptados en una sociedad que no permite errores, un mundo de consumidores, pero hay momentos en donde debes quitarte la máscara y ser tú, esa pequeña esencia que queda dentro de ti.
Amo, amo, amo la música ochentera, pero hay una canción que me define: LA CHICA DE HUMO de Emmanuel.
No sé qué tiene esa canción, pero desde que empecé a salir en mis veintes simplemente creí que hablaba de mí; esa mujer divertida que le coquetea al hombre que va tras sus pasos sin saber quién es. Esa era yo, niña misteriosa que nadie sabía descifrar más que yo.
Pero pasan los años y la sociedad te empieza a dictaminar que hacer y que no, las cosas que te definen para ser un “yo”. Tener un buen celular, un buen coche, un buen anillo de compromiso, tener hijos, un marido (no importa si es un imbécil, es mejor eso a quedarte sola) envejecer, comprar más mierda que no necesitas y morir preguntándote que demonios hiciste con tu vida. ¿Por qué fui abogado si quería ser músico?
Yo jamás seré esa persona, nunca, prefiero morir de hambre que dedicarme a algo que no me gusta. Sí, ¿Qué no gano como mis amigos y conocidos? Es cierto, pero también es cierto que he tenido suerte; he ido a un crucero por Alaska, conozco Canadá, Estados Unidos, Cuba, España y mi México adorado. He comido en mercados y en restaurantes caros, he conocido gente muy interesante, desde el más rico al más pobre, puedo decir que he vivido y he corrido con suerte, no cualquiera tiene esos lujos. Puedo decir, que si me muero, muero feliz.
Puedo tomarme un café en la mañana, fumarme un cigarro, pensar en lo que quiero dejar de legado, porque, todos nos vamos a morir eh… no ahorita, cálmense, algún día, ¿y saben que es lo que más voy a extrañar? No los antros, no la ropa, no los hombres; fumarme mi cigarrito y tomarme mi café en las mañanas. Estar viva, y para eso no necesito permiso. No necesito dinero. Para eso se necesitan ganas de vivir.
Como buena CHICA DE HUMO, he vivido una vida de excesos, sí, a mí ya nadie me cuenta que se siente tal o equis cosa, bueno, aventarse del paracaídas sí, eso sí que nunca lo he hecho, pero quiero tener ochenta años con mis tatuajes y mis veinte mil historias que contar ¿Estoy mal? ¿Quién define lo que está bien o está mal? ¿Dios? Dios lo dejó muy claro, amate y ama al otro como a ti mismo.
“Como a ti mismo”… O sea, Dios da por sentado que nos amamos a nosotros mismos un chingo. No… Dios debió decir “Ama al prójimo como a tus zapatos Prada” “Ama al prójimo como a tu Rolex”
¡Ay Dios! No sabe lo que es vivir en este siglo donde todo mundo presume lo que no tiene y actúa como lo que no es.
Y aquí voy, apunto de entrar a mis treintas, sin dejar de ser esa chica de humo, la única diferencia es que ya hay experiencia, y seguiré siendo intensa, la mas, y el hombre, mi familia y mis amigas que me amen lo seguirán haciendo… así no deje de eructar.
Hay solo una Marcela Lecuona Rubiales. Soy única y especial y a la vez insignificante, soy todo y nada, infinito y finito, soy humana, y esta es mi esencia que no cambio por nada porque me hace ser quien soy.
Y no crean que voy eructando por ahí, bueno sí, el otro día eructé en el elevador y había un hombre detrás de mí. ¡Ey! también tengo cualidades, soy cagada, soy simpática, leal, tengo buen corazón, y así como yo, debes encontrar tus virtudes y tus defectos para sacarles provecho.
El otro día, un hombre me dijo: “Me enamoré de ti porque eres diferente a todas las mujeres, me vuelves loco, tanto para bien como para mal, estar contigo es nunca aburrirse”
Y pensé: bien, muy bien ¿Qué mejor halago que “eres diferente a todas las mujeres”?
Sé que debo tranquilizarme un poco si quiero que mi vida también sea de aprendizaje. Prometo tratar este año no ser tan mujer y relajarme un poco.
Dije tratar.
Porque la chica de humo se puede agotar, pero nunca su chispa apagar.
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