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EL DECRETO ARGENTINO.

Mimosas, reportando desde Rio Negro, Argentina.

Se preguntarán, ¿Dónde carajos está eso? Y eso pensaba ayer en el coche, ¿Qué demonios hago en la Patagonia, en la punta de la nada? Me pudieron hacer de todo. El otro día escuché la historia de un tipo que anduvo de novio todo un año con una hermosa jovencita, virginal y amorosa (como yo). Después, el príncipe le pidió que fueran a ver a su familia creo que en Colombia. La jovenzuela dice que sí, ¡Y tómala! Era para trata de blancas. Toda la familia estaba involucrada y la jovencita tenía que trabajar día, tarde y noche prostituyéndose para mantener al galancito y a toda su familia colombiana. La historia de Cenicienta moderna.

¿Qué tal que era el plan de mi boludo desde un principio? Abusar de mi inocencia y traerme a un país extranjero para explotarme sexualmente con argentinos. Bueno, independientemente que trabajaría horas extras y me levantaría temprano a trabajar con gusto, ¡La mentira es lo que duele!

Pero no, me trajo a su país a presentarme a su familia, a comer su comida y a conocer sus costumbres. Me hizo pensar: ¿Qué es lo que me hace tan especial para que mi historia de amor sea tan linda? No es que tenga pezones de sabores, no soy rica, no soy modosa, ni sé cocinar, ni bailar, ni soy un as en la cama (no quería que me tuvieran envidia, pero sí soy un as en la cama) y lo pensé bien, puede ser que… ¿sí sea especial?

El otro día me fui a tomar un café con Lucía, mi mejor amiga, y la vi demacrada, sin una gota de maquillaje, en fachas (vestida hípster con un poco de César Costa), cansada por las horas extras de su trabajo, sin esperanzas amorosas y sentí mucha pena por ella. Ella, siendo una mujer guerrera como ninguna, la vi vencida.

Le dije que se pintara aunque estuviera deprimida (está fregón que crea en la belleza interior, pero a los hombres les vale un pepino eso) y seamos honestas, a nosotras también. Sentirte bonita, seas como seas, te hará levantar tu autoestima y así, tendrás ánimo para lo que se te presente. Le dije que le bajara a las horas extras, que el dinero no lo valía, que hiciera su yoga que tanto le gustaba, que saliera con muchos hombres; no con todos tenía que tener una relación amorosa, ni ser novia, solo era importante salir y conocer. (Lucía es la típica mujer que a todos les encuentra un detalle; manos chicas, ojos grandes, billetera pequeña, pene sin circuncisión…)

No puede una ser tan negativa. Tienes que decretar.

Sí, estoy presionada por el trabajo, haré ejercicio o leeré para compensar. No conozco ningún hombre, abriré Tinder y saldré con todos sin comprometerme, solo conoceré y me abriré a las posibilidades. Me amaré, aunque odie mi nariz, aunque mis lonjas no desaparezcan, aunque mis estrías parezcan ataques de tigre (así decía un ex novio de mis estrías), a pesar de eso, disfrutaré mis soltería y mis pendejadas superficiales, porque, ¿Qué tal, que un día, me resbalo en el baño, me pego en la cabeza y me mato?

Es cierto lo que dicen las mamás, un día puedes morir de la manera más estúpida; mientras atraviesas la calle, mientras comes un mamut (Oí la historia de un tipo que se murió comiendo un pedazo de barbacoa), puedes morir en cualquier momento o en la circunstancia que sea, ¿Así quieres pasarte la vida, preguntándote en que momento tu vida se pondrá mejor?

Es ahora. No mañana, no en cinco años, no cuando tengas ochenta. Ahora.

Pensé que hace un año estaba a punto de irme a Las Vegas (ahí conocí a mi novio de ahora), pero no quería irme, porque estaba obsesionada por mi ex novio (ese que me había engañado con otra) y simplemente no lo dejaba ir, no quería terminar esa relación, porque claro, es más fácil aceptar que te quieran mal a que no te quieran en lo absoluto.

Si quieres recibir, tienes que dejar ir. No te aferres. No es para ti.

Hace un año, mientras este hombre/niño me trataba del nabo, salí una noche al balcón y le pedí a Dios, al Universo, a las estrellas… “Yo solo quiero sentirme amada. Solo quiero sentirme amada.”

No pedí dinero, ni ser más guapa ni que matara a mis peores enemigas, pedí amor. Con lágrimas en los ojos, con el corazón abierto… amor.

A mí misma, amor de una pareja, el de mis amigas, no lo sé, hace mucho que no sentía el amor sincero de un hombre, así que no creía que pudiera existir.

Hace unos días Lucía me habla y me dice: Tu speech de hace una semana funcionó, renuncié.

Yo jamás le dije que renunciara a la zopenca y creo que se me debería estar prohibido dar consejos en cafés.

En menos de una semana de su renuncia, le ofrecieron otro; mejor pagado, ubicación perfecta, conocerá gente nueva. Felicidad completa. Pero debió enfrentar sus miedos y dejar su comodidad y zona de confort para que el Universo le diera algo mejor.

El Universo no le da nada a la gente miedosa, les deja lo mejor a los aventureros, a los que quieren una vida llena de sorpresas, de energía positiva. Como diría Bella de La Bella y la Bestia: “Quiero aventuras que al mundo asombre, un gran amor quiero encontrar…”

Y me pregunto ¿Qué es lo que me hace tan especial? Los pantalones de agarrar mis cosas, irme, conocer, ser diferente, no querer lo mismo que los demás, atreverme, ser Mimosa. Recuerdo a la Marcela de hace un año, que lloraba en ese balcón, mientras pedía sobras de amor. Hoy estoy en la Patagonia, con un hombre que me ama, con una familia postiza maravillosa, con una aventura para disfrutar.

Claro, lo de la trata de blancas satisfaciendo a argentinos al por mayor, tampoco hubiera estado mal.

 

@marcelecuona

 

Marsw5


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