Querida yo del pasado,
Es 9 de agosto del 2017 y no paras de pensar que el mundo se va a acabar, sé que te duele todo lo que está pasando, tienes una semana con fiebre, náuseas, dolor y el corazón roto, pareces una novela rusa y como eres muy dramática, es perfectamente normal que creas que te vas a morir.
No me digas que no, sé que lo has pensado, sé que la muerte es uno de los pensamientos más recurrentes en tu cabeza, te preguntas si estarías lista, dónde te gustaría morirte, te preocupas por tu mamá. Te pones a pensar en toda esa gente que se muere a diario y no tiene oportunidad de detenerse a preguntarse si está lista para romper el cordón. Pasas tus días repasando tus memorias favoritas, crees que si cierras los ojos vuelves a estar en esa playa paradisiaca en sus brazos. Abres los ojos y no está, entonces solo puedes saborear su ausencia, su silencio.
Pero ¿Te das cuenta de lo mucho que estás en ti? Cómo anoche apagaste la luz en esa habitación que tanto miedo te daba cuando eras niña y elegiste entrar a tu propia oscuridad, elegiste creer que es posible sanar desde adentro, te pusiste a respirar y al cabo de unos minutos, parecía que ya estabas en los brazos de alguien, de algo. Parecía que no todo estaba perdido. Murmuraste “el final es el principio, es el final” que es lo único que sabes de cierto respecto a la muerte, es sólo el principio.
Te fuiste a dormir y soñaste con esa playa que amas tanto, pero no estaba sola, también había lagunas, puentes, comida, nuevos personajes. Se sintió como si el volver a empezar fuera una cosa del pasado, se sintió como una nueva zona de confort, porque en el fondo de tu corazón sabes que vas a estar bien.
No puedo hacer nada por quitarte las náuseas o la ansiedad de no poderte levantar de la cama, pero lo que sí puedo hacer es asegurarte que has estado aquí varias veces y vas a volver a estar, que la vida es una colección de ciclos que se abren y cierran y sí, cerrar duele, pero también es el principio de algo nuevo.
Creo en ti, creo en el amor que sientes todos los días cuando hablas con tu corazón, creo en la sabiduría que nos conecta, creo que por eso sabes que cuando hablas conmigo vas a estar mejor. Creo en la posibilidad reconstruirnos juntas, de no detenernos, de confiar en el proceso y honrar cada parte de él, incluso las partes que son muy incómodas, como hoy.
Te amo ¿Te lo había dicho? Me parece que tu aún no lo sabes, pero lo que estás cultivando hoy, alimentará tu alma mañana. Sabrás qué hacer, porque cada que te lo preguntas, la respuesta está en la vibración de tu propio cuerpo, la respuesta está en tu corazón. Qué privilegio tan grande el de estar vivas, el de sentir con esta profundidad todo.
¿Te acuerdas cuando tu mamá te dejaba en la guardería y te ponías a llorar porque no entendías nada, porque no te gustaba la crema de espinaca, porque no querías estar en esa realidad? Los niños te pusieron un apodo “Chilletas” porque llorabas por todo. Hoy tienes treinta y dos años y te hace llorar un libro, un atardecer o un beso. Francamente creo que esa capacidad es lo más bello que tienes, de soltar el control y ponerte a llorar. No te detengas, no te castigues, no te oprimas, es hermoso sentir.
Yo sé que estás preocupada por el futuro, por la renta del mes que entra, por lograr todos tus objetivos, porque no falles, por tu familia, porque tu sobrino no crezca en medio del caos, como creciste tú. Sé que estás preguntándote por qué hace tiempo no te sentías tan sola como ahora, qué es lo que estás aprendiendo de todo esto, demasiado enfocada en el exterior para entender. Por eso vine a decirte que tu preocupación no va impedir que la vida se mueva hacia la dirección que necesite moverse, que estás conquistando tu propio camino y no importa cuántas lágrimas vayan cayéndose, no vas a dejar de conquistarlo. Te hicieron fuerte desde el principio. Sabes qué hacer.
Ten compasión por ti, te lo suplico. Ser más dura contigo que el mundo, no sirve de nada. Detente y date cuenta por qué has hecho todo lo que has hecho, mírate de frente, como yo te miro ahora, directo a los ojos, obsérvate cuando eras una niña llorando con la crema de espinaca y obsérvate ahora, me verás. No somos más que una.
Escucha esos pajaritos cantar en la ventana, escucha el latido de la tierra, estás viva y te fascina. No tienes nada de lo que huir, pero sí muchas cosas por las que estar agradecida. Enlístalas las veces que sean necesarias. Hoy, por ejemplo, estás cerca de tu mamá como nunca, ya no la juzgas ¿Te acuerdas todos esos años que pasaste en esta misma habitación encabronada porque naciste en esta familia? Hoy tienes muy claro por qué, sabes que era importante que todos se encontraran y crees en la posibilidad de traer nueva información a tu árbol genealógico, empezar a escribir una nueva historia a partir de hoy.
Te recuerdo que tu mamá, de quien tanto has renegado, tiene una semana checándote la temperatura y haciendo malabares para que comas. Sé que hay y hubo mucha violencia en tu historia, pero ¿No es bello perdonar? ¿No es bello aceptar con gratitud el amor que hoy se nos ofrece? A veces detrás de la tristeza hay mucho entendimiento.
A veces me acerco a ti cuando tenías siete años, anoche lo hice. Te encontré asustada abajo de una mesa, tenías mucho miedo, no querías escuchar más gritos ni azotones, estabas temblando. No sabías qué iba a pasar, igualito que hoy. Pero me acerqué y te di amor en forma de abrazos y besos. Te aseguré, aunque sabía que quizás no podrías entenderlo, que todo iba a estar bien, que todo esto estaba pasando para que tu comprendieras cosas muy fundamentales en tu propio camino, te pedí que no le temieras a la oscuridad, a los truenos, al dolor. Te hice saber lo fuerte que eres, cómo estás hecha de hierro y aunque parezca que nada tiene sentido debajo de esa mesa, lo tiene. Te tienes a ti misma.
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