Una amiga, la más perfecta de ellas, me contó que había salido con un tipo guapísimo, rico, que la llevaba a los mejores lugares. Ella, se dio su lugar, pero a la octava cita, cedió. “Ni siquiera era bueno en la cama, un tremendo egoísta, pero no podía dejar de salir con él, me imponía todo; su vida, su familia, su dinero, su aspecto… Pasaron los meses y me invitó a Acapulco, y una noche, en el Baby’O, mientras bailábamos, me preguntó si podía irse a ligar. Le dije que sí, y a pesar de su patanería, seguí saliendo con él. Una noche que regresé de un viaje, me dijo que pasaría por mí al aeropuerto, me quedé horas esperándolo…”
La lista de las patanerías del sujeto no tenía fin, no podía creer que mi amiga, que tiene todas las cualidades para ser amada, permitiera que la trataran así. Es buena (la persona más noble que conozco), es guapa, chistosa, amable, no podía entenderlo ¿Cómo se dejaba pisotear de esa manera?
Y recordé que no siempre tuve un novio bueno y amable, los patanes en mi lista también era grande. Hace unos años tuve un novio llamado Christian, lo conocí cuando terminé una relación de dos años; linda, dulce, inocente. Yo quería más. Y vaya que Christian me lo dio. El sexo no era el mejor que he tenido, pero nos deseábamos tanto que yo no podía dejar de estar desnuda. Su aroma me tele transportaba, su piel morena me obligaba a lamerlo de arriba abajo. Yo hacía casi todo, pero como la mayoría de los patanes, él nunca hacía trabajo sucio. Pero lo que más me embriagaba, era saber que él jamás se había enamorado. Eso le daba una adrenalina extra a la relación. Cuando me dijo te quiero, fue como si me lo hubiera dicho Jesús en persona, no era el hecho en sí, si no que yo había logrado lo imposible: domar al indomable.
Era mentira, la única sometida era yo. Estaba lista a cuando él dijera, me desvestía cuando él ordenaba, reía cuando a él se le antojaba y claro, después lloraba cuando él me desechaba. Porque llegaban los fines de semana y no sabía nada de él, no me contestaba el teléfono, y cuando tenía la educación de hacerlo, me llamaba idiota frente a los amigos, para después reírse y colgarme.
Me lastimó como nadie en la vida, porque él sabía cómo desmantelarme, ellos son expertos en encontrar tontitas con falta de autoestima, y yo era la presa perfecta. Si yo me hubiera querido aunque sea un poco, no hubiera permitido ni un mal tono, hubiera dicho: “¡Ah chinga! No es normal que te llame idiota la persona que dice amarte, no es normal que te deje plantada, o que no te de tu lugar.”
Las mujeres a veces confundimos amor con ego: “Si me dice que me ama y es el hombre inalcanzable, que con nadie ha sentido lo que siente conmigo, seguro soy sumamente especial.”
Yo había sido la única novia en ir a su casa, en ir a viajes familiares y me hinchaba de orgullo saber eso, pero ¿Cómo no me hinchaba de vergüenza cuando me hacía llorar y toda mi familia se daba cuenta? ¿Cómo no me moría de pena cuando me colgaba el teléfono frente a sus amigos y yo los volvía a ver? ¿Cómo pensaba que eso era amor? ¿Cómo podía permitir que no pasara por mí y yo arreglada de pies a cabeza? ¿Cómo no me hinchaba de arrepentimiento cuando me decía que estaba gorda, o que me faltaba maquillarme…? Muchas veces, cuando pasamos por un Christian Grey, nos preguntamos ¿Cómo?
Claro, Christian Grey, el de la novela, no le hacía esas cosas a Anna, pero sí le pegaba en un acto de sadomasoquismo, y cuando Anna se pone lista diciendo: “¿Disfrutas verme así? ¿Llorando?”, él la deja ir.
Los patanes disfrutan verte así. Son expertos con el látigo. Y luego regresan, con su sonrisa perfecta y excusas radiantes para no decirte nada, se hacen los misteriosos porque no tienen nada adentro, solo vacío y confusión.
Y todo mundo te pregunta: ¿estás pendeja o qué? ¡Él no te ama! Pero no importa, porque tú ya estás metida en las sombras.
Así como Anna, yo tuve que cambiarme de estado, dejar todo, porque no podía dejarlo a él, y cada vez me hundía más en depresión. Liberarme de ese disque amor, fue lo mejor y lo más difícil que he hecho. Meses después me lo volví a encontrar, tratamos de ser amigos, pero ¿Cómo se es amigo de la persona que te sometió a tantos maltratos?
No sé si sean buenos o malos los patanes, no sé siquiera si puedan cambiar, pero esa adrenalina que nos dan es inexplicable, podemos estar con mil hombres buenos, pero un hombre malo… uff, es gasolina pura. Una vez, la mamá de Christian me dijo: “Él no es malo, solo es invalido emocional, y a un invalido no le puedes pedir que camine, así le pegues con un bat, no va a caminar.”
Mi ex suegra no podía estar más en lo cierto. Él era el inválido y yo le ponía la silla.
El día que te dejan de gustar los patanes, y rompes la mística de los Christian Grey, es el día que te amas demasiado, nadie te impresiona, nadie te asombra; ni el dinero, ni la galanura, ni el misterio, la única que te impacta cuando sale de las sombras, eres tú.
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