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LA CULPA.

Yo creo que todos los hombres son iguales, pero en el fondo, quiero creer que el amor existe. Llevaba años de patán en patán haciéndome la víctima. Exonerándome de todo, los culpaba a ellos por haberme tratado mal; que si me mentían, que si me engañaban, que si me colgaban el teléfono, que se me desaparecían. Todo era su culpa. ¿Yo? Yo solo la había regado en quererlos.

Tuve un novio a los veinticinco llamados Rafael. Era muy buen novio, excelente; fiel, amoroso, romántico. Lo tenía todo. Pero había cosas malas de él, de mí y de la relación que solo sabíamos él y yo. Hubo un momento que no pude más y después de dos años, lo dejé. Con el paso de las semanas yo estaba más interesada en pasarla bien, en vivir mi juventud sin estar amarrada a alguien. Lo primero que hice fue salir con el hombre más fiestero y patán. Dejaba al bueno por el malo. Las mujeres siempre queremos al tipo malo.

Todos me decían que estaba loca, que estaba dejando lo más por lo menos y Rafa, claro, nunca me lo perdonó. Sufrí mucho por el patán, pero había dejado un gran hombre por él, así que me aferré, mi relación debía funcionar. Entre más me aferraba, peor me trataban. Rafa no quiso saber más de mí, pero nos seguíamos hablando, irónicamente me daba consejos y nunca cesó la comunicación entre nosotros. Ante sus amigos y la gente conocida, yo estaba muerta para él, lo que nadie sabía es que había veces que hablábamos diario. Como amigos, como nada, como todo.

Pasaron los años y cuando tuve el valor de deshacerme del patán (del número uno) no creí que mi suerte fuera a empeorar, no podría haber nada peor. Me equivoqué, tuve otro y luego otro. Un día Rafa me mandó un inbox (muy molesto puesto que había leído un post del blog y malinterpretó mis palabras) muy proféticamente dijo que nunca iba a encontrar una buena relación por haber sido tan mala con él.

Para cuando mi último ex novio me engañó con otra, una niña con la que tomaba el curso de literatura y que yo le presenté, había sido demasiado. Pero ¿Qué karma estaba yo pagando? ¿Por qué hay gente mala que le va de mil maravillas y a mí me iba tan mal?

Reencontrarme a mí misma no era una opción, el veredicto es que Rafa tenía razón, me lo merecía por haber sido tan mala novia con él.

Un día me dice mi papá (el cual se siente chamán), que había una planta llamada ayahuasca originaria de Perú, la cual se usa para cosas medicinales, pero también para ayudar a gente que la está pasando mal. La cita sería un sábado en Tepoztlán y durante toda la semana yo tenía que pensar en un objetivo.

A mí no me gustan las drogas, no me espantan ni mucho menos, las probé, las llegué a consumir, pero hoy no me agradan en lo absoluto. Ya demasiado tengo con el alcohol y con los hombres como para drogarme.

Pero estaba desesperada por sentirme bien del alma y del corazón. Estaba en un pozo profundo que se regía por la superficialidad y por no saber que fregados estaba pasando conmigo.

Fui con dos amigas a la ayahuasca y con mi padre, el cual nos guiaría. La ceremonia es en medio de un bosque, con sleeping bags y una chamana que te habla y canta toda la noche. No hay baños, solo hoyos cavados por los participantes para que puedas vomitar durante el proceso pues es una forma de liberación. No todos vomitan, pero sí la mayoría.

Mis dos amigas fueron a recorrer el bosque para encontrar los hoyos, yo estaba más nerviosa que nunca así que les dije:

–          De aquí se ven los hoyos, no sean exageradas.

No quería ni moverme, lo único que sabía es que era una planta muy fuerte, que te hace estar despierto y entre sueños, y ahí, se te presenta tu propósito que habías pensado en toda la semana.

Se me hacía una cosa mágica e imposible. Mi propósito era ya no sufrir de amor, olvidar a mi ex que me había engañado y perdonarlo.

Lo tomé. Me acosté en el sleeping bag y comencé a sentir dolores en el estómago, pero me resistí. Dormí plácidamente y en eso, estaba en el despacho de Rafa, ese novio al que tanto había amado, pero que la inmadurez y la falta de amor a mí misma no me habían dejado demostrárselo. Estaba cubierta en lágrimas y le dije: Perdóname por favor, Rafa debes perdonarme.

Se levantó de su silla y se acercó a mí. Me vio directamente a los ojos y me dijo:

–          Perdónate tú.

Desperté, lo había entendido, buscaba un hombre tras otro mientras trataba de pagar mis culpas, yo siendo la mejor novia, pero entre peor me trataban, más me quedaba, porque según yo, lo merecía.

Un retortijón cesó mis lágrimas. ¿Dónde estaban esos malditos hoyos que mis amigas habían ido a buscar? Levanté el torso y me vomité encima. Me limpié discretamente la boca y me paré rápido porque todavía tenía que seguir vomitando. ¿Dónde estaban los malditos hoyos?

Corrí lo más rápido que pude, tropecé y caí en uno de los hoyos repleto de vómito de varios extraños. Pues vomité ¿Qué más podía hacer?

Regresando a México le mandé el último mensaje a Rafa diciéndole que necesitaba verlo, pues quería decirle mi experiencia y que estaba lista para dejarlo ir. Me dijo que no quería verme y me enumeró cada una de las cosas que le había hecho. Hace cuatro años.

No solo me perdonaba, realmente me odiaba.

Pero yo ya me había perdonado a mí, así que le desee lo mejor, le prometí nunca más volverlo a buscar y cerré ese capítulo en mi vida.

Hoy vivo feliz con un hombre bueno, que me ama y me respeta. Los problemas del pasado quedaron atrás, pero me pregunto…

Las mujeres que nos quejamos de los hombres malos ¿estamos siguiendo patrones o simplemente no creemos que merezcamos algo mejor?

Hay mucha gente mala, hombres sin valores y sin principios, pero el seguir con un hombre que te trata mal ¿es tu culpa o la suya?

Vomita todo lo malo y vuelve a empezar, uno nunca sabe, puede ser que un día encuentres a la persona que te saque de ese hoyo lleno de porquería…

Tú misma.

 

@marcelecuona

 

Marsw6


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